Pérdida (encuentro breve, muy breve con Leila Guerriero)


Una tilde o su ausencia y cambia el significado, perdida o pérdida. Hay algo de las dos palabras que encuentran encaje en esta realidad. Necesito escribir, aunque no sirva de mucho, aunque se desestime, aunque no sea práctico, aunque sea un acto meramente individual de despeje, de vuelo de ideas, de un simple dejar fluir.

Leí muy temprano a Leila Guerriero y su verbo perder, ubicado en un texto prodigioso, porque  a mí los textos de Leila me parecen así, exultantes, agraciados en significado, pletóricos en metáforas, sopesan mi fuero interno, me estimulan todos los sentidos y en ocasiones me enardecen. Sus palabras juegan con mi vista y por momentos me confunden, cosquillean en mi oído cuando escucho sus pasos en las líneas que prodiga, desbordan en mi boca, porque sus ideas aguijonean mi lengua, reposan en mi nariz porque en casos extremos, a través de sus escritos, me llega la pestilencia que el mundo arroja cada segundo que vivo o por el contrario disfruto el suave aroma que una hermosa flor ofrece, cuando se vuelve ser ante la sugerencia de un hombre y una mujer que se aman sin mayor trascendencia, sin más excusa que hacer el amor, sin pasado, sin futuro; tientan en mi piel, porque lo táctil de sus palabras masajea constantemente la epidermis de mi cuerpo, donde el cerebro es el órgano receptor de su influjo que transmite sensaciones que erizan a este órgano. 

Valga entonces la digresión después de hecha la alusión al texto prodigioso, porque el objetivo de sus escritos va más allá de un simple mensaje, ese prodigio reside en el estremecimiento que puede ocasionar la combinación de códigos … “¿Cuándo la fruición de la carne empieza a deslizarse, anestesiada, entre las páginas de un libro, los anteojos para la presbicia, el beso de las buenas noches? ¿Cuándo dejamos de reírnos como lobos? ¿En qué momento la prudencia empieza a ser más importante que todo lo demás, el crédito hipotecario que todo lo demás, la compra en el supermercado que todo lo demás?”

Por otro lado subyuga con imágenes y yo quedo rendida ante mi propia experiencia…"Me miro la sangre y los tendones. Me entreno para estar despierta.” Para continuar en este deshoje de emociones, alcanzo otro escrito, busco, rememoro y me encuentra esto…"Corro poco, corro treinta minutos cada día, pero corro. Corro para aprender a aguantar lo que no se aguanta, para no llegar a ninguna parte, para romper el insano silencio del mundo. Para sentir, parafraseando a Clarice Lispector, que soy más fuerte que yo misma. "

Leo de nuevo la cita y me sorprendo porque en este momento leo a Lispector y me encuentro en una confluencia de caminos, ya hablaré de Clarice, no es el momento, pero es este aquí y ahora de extravío, de viaje, de exilio particular, que me obliga a valorar de forma superlativa la compañía que no cuestiona y mucho menos pregunta,  esas son las letras de Leila, esas son sus ideas, te las brinda desinteresadamente sin esperar nada a cambio, porque es cierto, luego de leerla fascinada  …¿qué puedo ofrecerle? ¿qué pide ella?  …nada, solo el repaso, la compañía silente, la comprensión anónima, el discurrir intermitente en sus textos.

Yo también corro Leila, corro para no desgastarme, para no estar siempre en el mismo lugar, para entender que aún sin moverme, la itinerancia es un modo de vida que puede ser una característica, un sello. Dentro del  extravío que me acompaña, el sentirme perdida me ubica, me cohesiona paradójicamente y la pérdida se asume como algo que tiene su propia ley natural. Solo que hay pérdidas sórdidas, tenebrosas, envueltas en papel que huele a opresión y represión, en tu ciudadanía, en tu ser interior.

Gracias por ser y estar  …

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