Escribir para comprender – Picaduras (II)
Imagen: Irene Lessmann
Hanna
Arendt una renombrada pensadora del siglo XX, indicó en alguna
oportunidad que escribía para comprender, particularmente acompaño esta
afirmación porque verter en una hoja en blanco ideas y pensamientos que vuelan
raudos en la cabeza, ayuda mucho en la tarea de organizarlos y darles un
significado para explicar alguna situación determinada.
Me hago
esta pregunta de nuevo…¿Qué nos está pasando? ¿Por qué llegamos como país a lo
que tenemos en la actualidad? Siento hasta fastidio propio al convertirme en un
ser recursivo, dándole vueltas una y otra vez a las mismas preguntas, sin
embargo, ¿qué otra cosa puedo hacer en este ejercicio de administrar toda esta
incongruente realidad? Escribir en estos momentos aciagos que vive el país, es
un escape y al mismo tiempo un testimonio, huella escrita que pretende de forma
muy humilde ofrecer rastros acerca de una realidad que el poder político desvirtúa
y además condena al peor de los ostracismos cuando increpa de manera indignante a todos aquellos que
pretenden develar a esa tortuosa realidad de forma crítica.
No es fácil
vivir en Venezuela por estos tiempos, así de simple y aunque en una misma
expresión mis significantes entren en contradicción, no encuentro otra forma de
decirlo, de explicarlo. Es posible que esta conjunción de símbolos y códigos
escritos sean un canal para continuar en ese camino de ¿paz interior? que implica
aceptar y dejar fluir, sí, así lo leí en un cartel hace un par de días atrás,
el asunto no es luchar, sino aceptar y dejar fluir. En ocasiones me asombro de
las respuestas tan expeditas que pueden encontrarse en cualquier parte cuando
deseamos ubicar nuestras preguntas en un contexto determinado. Insisto, no
apelo a formas mágicas para analizar situaciones en conflicto o que requieren
un procedimiento para analizarlas y evaluarlas, para mí , la pregunta continua
es la mejor de las respuestas (valga el oxímoron) cuando la complejidad es el
lema. Mi lucha es la lucha de muchos que resentimos de todo lo que pasa, de todo
lo que se escucha, de todo lo que se lee, de todo aquello que nos toca.
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Imagen: Tommy Ingberg
He oído hasta el cansancio, y ya la cosa se ha
vuelto tan insistente que hasta mal no sería que se convirtiera en un mantra
protector… “Prohibido enfermarse” puede leerse y oírse como ya lo indiqué inicialmente,
en conversaciones informales así como en las principales redes sociales. Lo que
pasa es que el cuerpo no es tan apegado a ciertas proclamas y la misma
naturaleza que impone nuestro ser mortal condiciona a ciertos devenires de
salud que es necesario enfrentar. Me sentí mal y no tuve éxito en las
estrategias que implementé para sortear la visita tan temida a un profesional
de la medicina en estos tiempos, ni modo, no luché más con mi aprensión interna, acepté y dejé
fluir. Solicité la correspondiente cita médica, introduciendo en mi cabeza
todos los elementos necesarios para gestionar con paciencia todas las
vicisitudes que pudiera encontrarme en todo el trayecto hacia el objetivo final
que es recuperar mi bienestar.
Llegué muy temprano en la mañana a la cita, me
anotaron y como en otras ocasiones, ya que no es la primera vez que asisto a
este médico, se me informó que debía llamar aproximadamente a horas del
mediodía para conocer a qué hora aproximadamente sería vista por éste. Así lo
hice, me retiré a casa, aproveché de adelantar trabajo pendiente y a las 12 y un poquito pasadas, realizo la
llamada que fue sugerida. Allí una amable voz me indica que esté en el
consultorio a “partir” de las 2 pm. Ese “a partir” no presagiaba un buen
panorama porque era muy, pero muy poco preciso, pero no importa, mi mecanismo
de paciencia interno seguía intacto y tenía toda la intención de que continuara
así.
Una vez en el consultorio, me identifico
apropiadamente con la secretaria-asistente y ésta me informa cordialmente que
busque asiento dentro de las sillas disponibles ante mi actitud de permanecer
frente al escritorio de la recepción. Le expliqué de todas maneras antes de
retirarme que mi permanencia allí era conocer en qué orden sería atendida, con
una sonrisa me comunica que soy la número dos. Sonreí, dije para mis adentros…la
cosa no pinta tan mal.
Busco asiento y encuentro uno libre entre dos
personas mayores que miran con seriedad y hasta con resignación todo el
panorama. Apelo al acompañante permanente, así que una vez sentada, saco el
libro que llevaba para convertir mis horas de espera en algo más productivo. Me
embeleso con todo lo que se revela ante mis ojos y lo que el autor me habla
dentro de mi cabeza, me sorprendo ante la coincidencia de argumentos con
algunas ideas que había venido manejando sobre el tema, afortunadamente siento
que estoy ajena a todo y disfrutando enormemente la conversación que en ese
momento se está llevando a cabo con la autora del libro ya indicado.
Súbitamente la señora que está a mi derecha
comienza a hablar y me substrae de mi amena conversa interior, quiere saber si
tengo idea de cómo va la consulta, entiendo que es una manera de iniciar una
conversación, así que suspendo la lectura y respondo a la señora
- -No,
no tengo ni idea, desde que me senté acá pues solamente me he dedicado a
esperar a que me llamen.
En ese momento noto que ha transcurrido casi
una hora desde que llegué y también escucho voces algo acaloradas que provienen de las
sillas que se encuentran más cercanas a la recepción del consultorio. La
secretaria-asistente mira con ojos desafiantes a una de las personas que espera
y que reclama que todo vaya tan lento. Ahí me percato del “a partir” que me
anunciaron y solo trato de escuchar al hombre enojado que con celular en mano
afirma que lleva más de una hora esperando. La señora mayor que está a mi lado
también escucha, se vuelve hacia mí y me dice
- -Él
tiene más de una hora, yo estoy aquí desde las 12 del mediodía.
- -¿En
serio? le respondo. ¿Por qué se vino tan temprano, cuando lo voz era “a partir”
de las 2 pm?
- -¿¡Cómo?!
¿2 pm? Yo aparté mi cita ayer personalmente y la secretaria me indicó que
estuviera a las 12m. Aquí donde me ve no he almorzado y estoy molesta por toda
esta espera. Inmediatamente al escuchar nuestra conversa, el señor que está a
mi otro lado interviene
- -Yo
pedí mi cita hace un mes, es solo control, pero la solicité desde esa fecha
para no descuidar mi tratamiento y estoy igualmente desde horas del mediodía
por aquello de salir con la luz del día.
El señor me cuenta resignado que vive en una
zona donde la gente se recoge en sus casas muy temprano y él no quiere ser la
excepción. Además se le había accidentado el carro y el hecho de utilizar
transporte público le complica más la llegada a su hogar si no es atendido a tiempo.
Más adelante sentencia que si no logra que el médico lo vea antes de las 4 pm
tendrá que retirarse. Instintivamente miro el reloj y noto que son las 3 y 30
pm. El señor continúa en su charla
- -Es
terrible lo que nos pasa, pero no puedo olvidar que el hampa anda con el moño
suelto y prefiero evitar cualquier eventualidad.
La señora mayor que también escuchaba asiente
sobre esto y agrega que en su caso particular la cosa es dramática porque ya
tarde noche debe acudir al servicio de taxis y éstos lamentablemente no prestan
el servicio hacia la zona donde vive. Veo la angustia en sus ojos de lo que eso
significa. Finalmente les sugiero que conversen nuevamente con la secretaria y
aclaren cuál será su turno de atención porque a esas alturas de la conversa
comienzo a entender que el número dos que se me había anunciado al principio
pareciera que no eral tal.
El señor se levanta primero, pide explicación,
lo miro a lo lejos con cara de resignación y ya de vuelta me informa que se
retira, que es el número cinco y que prefiere venir otro día, no quiere
arriesgarse a una salida tan tarde hacia su casa. Por otro lado, la señora
insistió en su situación particular y logró que la atendieran antes de mi
turno, me alegré por ello.
Finalmente cuando estoy frente al escritorio
del doctor esperando que éste llegue para contarle mis circunstancias de salud,
aparece con una gran sonrisa y exclama
- -Solange,
¿cómo estás? Tenía órdenes expresas ¿cómo es eso de que necesitabas ser vista
lo más pronto posible, porque debes estar presente como comité de
bienvenida a la comitiva de gobierno que abriría nuevamente las puertas del Teatro
de la Ópera de Maracay?
Se agudizaron mis jugos gástricos, era una
broma calculada pero como broma al fin siempre tiene su lado serio, un lado que
no pretendía dialogar con el galeno. Por otro lado, ya había escuchado del caos
vehicular que significaba llegar al centro de salud por ese evento y eso
también justificaba por qué tanta presencia militar en todo el recorrido que
hice a pié desde mi casa al lugar donde se encuentra el referido centro de
salud. En fin, esbocé una sonrisa forzada y solo pude sentir tranquilidad al
encontrarme frente a la persona que me daría alternativas para recuperar mi
bienestar. El país también lo necesita.
¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿???????????????????
Imagen: Tommy Ingberg
Una vez culminado el examen de rigor a mi
cuerpo, y sentada frente a la figura adusta del médico cuando escribía el
récipe facultativo, solo pude comentar si en esa prescripción habría planes A,
B, C, D y etc., dada la situación de escasez de medicamentos que padecemos. Me
contestó que no me inquietara, que todo lo allí escrito lo conseguiría con
facilidad, aunque me advirtió que como recomendación adicional debía realizarme
un estudio clínico de control para evaluar más a fondo mi condición. Respiré
con alivio por lo de los medicamentos aunque no evité la aprensión inmediata
ante ese estudio que debo realizarme nuevamente. Ni modo.
Me dirijo a la farmacia más cercana y encuentro
para mi satisfacción que no hay mucha gente. La satisfacción duró poco cuando
tomo el número en el dispensador y observo que tengo más de veinte personas por
delante ¿dónde están? Nuevamente miro alrededor y fue cosa de minutos, había
llegado pasta dental y la restricción en la venta significó que esto aumentara
súbitamente el número de personas dentro del local. La gente había tomado
numeritos de atención por no dejar, esperando refuerzos. En fin, mi dosis de
paciencia se mantenía intacta y ya este estado mental me hizo sustraerme un poco
del ruido y de las voces altisonantes que estaban alrededor. Cuando ya falta
poco para que llegue mi turno, una señora grita para saber si hay lo que busca,
así tal cual, grita desde su posición a la farmaceuta para informarse si hay lo
que busca para no “calarse la cola”. No le prestan atención, la mala educación
puede ser un incómodo repelente para una precaria audición.
El asunto no quedó allí, la señora de marras
insistentemente comenzó una guerra de palabras con los dependientes anunciando
que está mal, que se va a desmayar del dolor por un problema de cervical, que
deben atenderla antes de que suceda lo peor, me pregunté mirándola ¿qué será lo
peor? La farmaceuta cede y le da orden en la línea de pago para que pueda agilizar
su trámite. Todos aceptamos resignados. La señora se tranquiliza.
Llega mi turno de atención, afortunadamente
consigo lo que busco, menos un medicamento, lamento que la proclama del médico
no haya sido del todo cierta, bueno, no importa, es solo la primera farmacia,
espero que en la próxima pueda encontrar lo que falta, además es un buen
récord, pensé para mis adentros. Me alineo entonces para pagar y cuando ya
estoy a punto de hacerlo, la señora que está delante de mí supera el número de
cajas de pasta dental permitidas por persona. Ella ni corta ni perezosa y con
una sonrisa triunfal exhibe la comitiva que le acompaña: su hijo, su pequeña
niña y su madre, en fin, todo un cuadro familiar que justifica el número de
cajas colocado en la cesta. La farmaceuta igualmente y con gran aplomo le
señala que no será así, que cada uno de los integrantes de ese cuadro debió
tomar un número y generar una factura de pago ¿qué tal? La señora se enfureció,
sus ojos no le cabían en sus órbitas, increpó, aulló, descalificó ante una
dependienta inmutable, el extremo de la escena fue levantarse la falda para
enseñar que tenía una celulitis en la pierna, que se había calado una hora de
cola en esa precaria situación para que ahora no pudiera llevarse ¿las cajas de
pasta de diente? ¿Era razonable esa escena como justificación? Todavía me lo
pregunto.
Para completar la jornada, la famosa señora con
su afección de cervical y luego de la preferencia en la línea para cancelar,
olvidó la clave de una de sus tarjetas de pago y la otra arrojaba la señal “rechazada”
finalmente y luego de detener la línea por más de diez minutos pudo cancelar
luego de que la tarjeta premiada se le cayera al suelo y tan fresca como las
que más, se aprestó a recogerla sin mostrar atisbo del menor malestar.
Nos hemos convertido ¿o eso nos caracteriza? en
unos ciudadanos muy feos, queremos que todo cambie pero no miramos al interior
de nosotros mismos. Estoy de acuerdo que este modelo económico y político es
perverso y que ha agudizado nuestras falencias como sociedad pero es
indiscutible que en el terreno de la educación, el respeto, la tolerancia e
incluso las buenas maneras, tenemos una gran deuda con este país. Salí de esa farmacia
luego de casi dos horas de batalla con mis demonios internos, reconociendo
nuestras debilidades tan marcadas en el aspecto cívico y preguntándome cómo
lograremos encontrar solución al galimatías político que tenemos si no hemos
podido resolver el que llevamos internamente cada uno de nosotros.
¡Ah! falta
el cuento de la señora muy circunspecta, que se agrega a todo este cuadro
pintoresco de un momento en la farmacia, que muy molesta reclamaba y delante de
todos los que esperábamos ser atendidos por medicinas, el por qué la sección de
cosméticos estaba cerrada, ella necesitaba urgentemente accesorios de
maquillaje. No le niego ese derecho, todas deberíamos tener ese privilegio de
sentirnos bien con los productos de belleza que existen en este precario
mercado, pero ¿era el momento adecuado para su reclamo? Ante el desconcierto de
muchos por no encontrar medicinas, todos nos miramos…
Mientras…a unas cuantas cuadras una comitiva de
gobierno, sorda, ciega y que lamentablemente no está muda, ponía en escena todo
un espectáculo en la reapertura de un espacio emblemático para el estado Aragua
y que lamentablemente por lo poco escuchado, tenía más de contenido
proselitista que otra cosa. Ojalá que ese espacio no sea un escenario de
exclusión y que realmente sirva para gestionar y difundir la cultura sin
importar distingos de colores políticos o formas de pensamiento.
Cosas veredes…
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